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lunes, 20 de mayo de 2013

Cualquier tiempo pasado fue mejor

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Nunca con tanta asiduidad y rotundidad se ha pronunciado la afirmación “cualquier tiempo pasado fue mejor”, como en esta época que nos ha tocado vivir. Lo que convence,  ¿y engaña?, a muchos de que el presente es siempre peor que el pasado. Alguien escribió esta afirmación en un famoso poema,  pero los versos que han llegado a nuestro refranero están sesgados. Juzguen ustedes:

Recuerde el alma dormida,         
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte              5
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,             10
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

 Se trata, como habrán comprobado, de la primera estrofa del poema “Coplas a la muerte de su padre” de D. Jorge Manrique. Pero quien sea buen observador, también se habrá dado cuenta de que la frase completa, después del punto y coma, es: “…cómo, a nuestro parecer, / cualquier tiempo pasado / fue mejor.”

Tras estos versos subyace la idea de que es la sensación que tenemos del pasado la que nos parece mejor que el presente, pero, en ningún caso, sentencia que esto sea así. De todas maneras, existen razones para que lo tansmitido por la cultura popular nos parezca cierto en la mayoría de casos, aunque D. Jorge no quisiera decir exactamente esto.
 
Voy a intentar reflexionar sobre el tema  para entender la amputación que la frase ha sufrido con el tiempo, hasta llegar a nuestros días como una sentencia rotunda.

“El pasado, para nosotros, no es lo vivido, sino lo recordado.” La mente consciente, el “yo”, es muy pobre en recuerdos. Durante la vida el cerebro va recibiendo vivencias, imágenes, sonidos, sabores, olores, tactos y sentimientos que analiza constantemente, discriminando todo lo que le parece superfluo y guardando los hitos más importantes en la memoria consciente, mientras que el resto pasa a nuestro subconsciente, el cual se ocupa de realizar una criba más minuciosa para archivar, en compartimentos inaccesibles por voluntad propia, una parte mucho mayor de nuestras vivencias; incluso aquellas que no fueron percibidas como tales por nuestro consciente.

Los lugares del cerebro que almacenan información del pasado y a la cual podemos acceder libremente o mediante un pequeño esfuerzo mental, no supera el 0,1% del total de nuestra capacidad de memoria. ¿Qué significa esto? Que la mayor parte de nuestros recuerdos se han optimizado al máximo, posiblemente se han idealizado y, por un sentido atávico, han permanecido más firmemente anclados los recuerdos satisfactorios, con tendencia a despreciar, atenuar, incluso olvidar los más dolorosos. D. Jorge nos dice que “…cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, /da dolor;” o sea, la vida está llena de altos y bajos, de momentos de placer y momentos de dolor pero, al tener el cerebro la facultad de salvaguardarse de los sufrimientos, quedan mayoritariamente recuerdos positivos, lo que hace que, al recordar, al trasegar información del pasado al presente y compararla con nuestra situación actual, nos parezca mucho mejor la experiencia pasada que la presente, cuando esto puede considerarse completamente cuestionable, y me explico. El pasado, este lugar lleno de momentos felices o de trágicos recuerdos, no existe. El pasado es un ente abstracto que fue, pero que no es. Fuimos, pero ya no somos lo que fuimos. No podemos vivir anclados en el pasado porque es irreal, es llenar el presente de nostalgia que es un sentimiento igualmente irreal. Lo que sí puede suceder, y no es menos errático que lo anterior, es que el sentimiento no sea de nostalgia por el pasado, sino de expectación por el futuro que creeremos, cada día, más escaso que nuestro pasado. Esta sensación es igualmente falsa. El futuro es el mismo ente abstracto e inexistente que el pasado. No se deben tener sentimientos por algo que va a tener lugar, o no: una posibilidad. Transponer los recuerdos del pasado y situarlos en el futuro es un doble error, puesto que no reviviremos jamás lo vivido (es imposible repetir el tiempo y los sentimientos, y conjugarlos a la vez) y, en ningún caso, aunque fuera posible, satisfarían nuestras expectativas respecto de lo recordado.

¿Qué hay que hacer? Aquí precisamente se equivoca D. Jorge al decir aquello de “…contemplando /cómo se pasa la vida, /cómo se viene la muerte /tan callando”. No hay que contemplar nada, hay que vivir el presente independientemente del pasado y del futuro. El pasado, generalmente son buenos recuerdos, el futuro, en un plazo indeterminable, inevitablemente es la muerte. Cuanto más nos acerquemos a ella, mejor nos parecerá el pasado, el tiempo recordado, cuando aún estábamos lejos o más lejos de ella que ahora.

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Sí, puesto que estábamos más lejos de la muerte, y principalmente recordamos los mejores momentos vividos. Esta sería la respuesta común y generalmente aceptada, pero no por ello completamente cierta.

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. No, puesto que este cualquier-tiempo es pasado y ya no existe, y el futuro es expectativa y tampoco existe. El mejor tiempo es hoy, ahora, el único que tenemos: el presente, este instante atemporal y por tanto eterno, que no acaba nunca, porque nunca acaba lo que no es temporalmente medible.

Concluyo que “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.” Pero cometeríamos un error creyendo que lo mejor ya ha pasado o que está por venir: lo mejor está pasando, siempre está pasando, y hay que vivirlo consciente e intensamente.  

Colau        

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