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domingo, 2 de junio de 2013

Mañana Gris


¿Mañana gris?

Qué triste se ve la vida detrás de los cristales de la oficina. No debería tener connotaciones negativas ya que sólo es una observación subjetiva durante el desarrollo de un trabajo cualquiera, de índole y condición azarosa. ¿Puede que sea intelectual? o ¿psicológico? o ¿metafísico? De todas maneras, la oficina tiene un deje administrativo y funcionarial además de onírico. El cerebro también sueña. Sueños sombríos. El tiempo afuera es plano, bidimensional, abraza lánguidamente los ordenadores y empaña los cristales y los convierte en un filtro que plomiza el exterior. Sentimos la dentellada de los celos en el pecho, porque no se puede admitir un mundo gris cuando la exclusividad del color nacido de la mezcla de dos complementarios está en nosotros mismos. El cristal que homogeneiza la tristeza de la intemperie, nos arrebata el silencio hastiado de la mediocridad. Pero la tristeza no siempre es mediocre, puede ser sublime, juvenil, hermosa y lozana: puede regenerar el alma. A cualquier alma triste le sigue el vigor de la serenidad, de la intimidad, de la introspección vital que desemboca en el río de los proyectos latentes de nuestro ostracismo menguante, de los deseos y las sonrisas denostadas.
El aire de la oficina está viciado, se estornuda a menudo. Deben ser las motas de la fisión de las emociones. Éstas, al romperse, generan energía como cualquier otro átomo, pero no son átomos, son motas, como el polvo que hace pastoso el fluir de las palabras. ¡Qué gris es la gente gris! Y cuánta de esta gente comprueba, horrorizada, como el humo de motas le congela el diafragma y le dificulta la respiración, el principio básico para el amor. No se puede amar sin un diafragma atlético y colorido. El vigor de las emociones rotas crea sentimientos policromos capaces de destilar cualquier contingencia amorfa de nuestra inteligencia. El sobrante, transformado en potencia impúdica, altera los sonidos metálicos del corazón. Somos alérgicos al polen de las emociones. La energía circula y nos abraza invisible como un campo magnético huérfano, sin un objeto que magnetizar y, cuyo norte, se encuentra mucho más allá de las cortinas Gradulux.
¿Quién puede sustraerse a la tentación de una copa de melancolía, abstemios de historia y futuro, que sea capaz de enjuagar la garganta de amores quejumbrosos y  de las horas amarillas de un rastro inapetente de esperanza?
Qué obscena es la oscuridad fría de la razón. Cuan latente espera el tiempo el error del ser, en cuanto a ser mortal, en cuanto a ente sublimado por la decadencia. Qué esperáis en un despacho de vidas etéreas, de esperanzas marchitas y de luces centelleantes como de estrellas lejanas que atraen a la nada. Los faros impiden que la nave colisione contra las rocas de la muerte. La muerte es el faro que deslumbra la nave de nuestra condición, enterrada hace años por la egolatría antropomórfica de los cretinos. Brazos, piernas y cabezas deformados por la presión recurrente de la materia piroplástica de centenares de erupciones de nuestra voluntad. Qué frío siento en los riñones. La sangre sin depurar es fría y estéril, como la vida sin sentimientos, como los sentimientos muertos.
Colau
brotet-de-cel.blogspot.com.es

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