Mentiras y autoengaños
Según JEAN-PAUL SARTRE, la “libertad es la categoría
antropológica fundamental”, pero esa libertad no es la que conocemos como ‘puedo
hacer, decir y moverme como quiera, por un tema constitucional o de derechos
humanos’. No. La libertad de SARTRE
nos anuncia que el “hombre (1),
como ser, no es consecuencia de determinismo (2) alguno, sino que es como es porque así lo ha
decidido: el hombre no es otra cosa que lo que él se hace y, además, es
responsable único de sus propios actos”. Estamos condenados a ser libres porque,
al no haber creado nosotros nuestra libertad, no somos libres de dejar de ser
libres. Ni siquiera los valores existen como realidades independientes de
nuestra voluntad. No solamente estamos condenados a ser radicalmente libres,
sino que esta libertad nos obliga a concebir, a crear, nuestra propia ética.
El hecho de que lo que hacemos y
lo que somos sea siempre consecuencia de nuestras decisiones, cuando algo sale
mal o cuando no se ajusta a nuestras expectativas, sean valores o proyectos,
nos ‘obliga’ a mentir.
Que la mentira es inherente al
hombre lo sabemos desde que somos conscientes de nuestra existencia. Mentimos
porque queremos, en beneficio propio o ajeno, con necesidad o sin ella, para
eludir un mal o conseguir un bien, pero siempre engañando a los demás. A este
nivel de mentira SARTRE,
en El ser y la nada, lo denomina
“mentira a secas”. Este tipo de mentira puede sernos de utilidad en nuestro
trato con el mundo de las cosas, es decir, con nuestros semejantes. –Volveré a
ellas más adelante–. Por otra parte, SARTRE, diferencia otro tipo de mentiras, a las que denomina “mala
fe”. Se trata de la “mentira inmanente (3)”: el
autoengaño. El arte de mentirnos a nosotros mismos. Cuyo motivo no es otro
que el de intentar ocultar el hecho insoslayable (4) de nuestra libertad. En otras palabras, eludir las responsabilidades de nuestros actos
u omisiones.
Negar que lo que hacemos y lo que
somos es consecuencia de nuestras decisiones, o excusar dichas decisiones para
hacer más llevadero nuestro presente, son manifiestas conductas de “mala fe”.
La “mentira inmanente” resplandece
cuando hacemos responsables a los demás de nuestras acciones, argumentándonos
la inevitabilidad de éstas por motivos tan peregrinos como los psicológicos,
los sociales o los de obediencia. Si
nuestra ética nos permite realizar acciones contrarias a la razón por el
hecho de una obediencia ciega, es que nos hemos equivocado en la elección de
los valores morales, y defender lo contrario para no responsabilizarnos de
nuestros actos es engañarnos a nosotros mismos. –Esto les ocurrió a muchos
dirigentes nazis en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, a ‘ciudadanos
objeto’ en la Guerra Civil Española y a otros muchos políticos y mandos empresariales
y sindicales actuales–.
Cuando sentimos angustia por el
fracaso de nuestro proyecto vital, y buscamos responsabilidades ajenas que lo
hayan motivado, o cuando elegimos no elegir y renunciamos a tomar una decisión,
o nos excusamos argumentando la imposibilidad de poder haberlo hecho de otra
manera: son convencimientos de “mala fe”.
Qué importaría todo lo anterior
si no tuviera consecuencias catastróficas. La no aceptación de toda la
responsabilidad de nuestros actos, nos conduce a deficiencias existenciales que
suelen confundirse habitualmente con psicopatías o neuropatías, pero que pueden
llegar a convertirse en patologías graves, esperando ser curadas milagrosamente
desde el exterior con alguna “píldora de la felicidad”, o terminar insensatamente
con todo; cuando en realidad, el desaguisado está en nuestro interior debido
principalmente a la enorme cantidad de mentiras que nos hemos contado y, lo que
es peor, que nos hemos creído. Esas mentiras, esa mala fe, no tienen la espontaneidad
ni el ingenio de las “mentiras a secas”, son las desencadenantes de las
emociones erróneas, de los sentimientos adulterados que condenan nuestro
proyecto de vida a engrosar el muladar de los fracasos, y nos dejan, muy a
menudo, en situaciones de indigencia emocional.
Ahora volveré con las “mentiras a
secas”, sobre todo después de haberlas tildado de espontáneas e ingeniosas.
Permitidme un introito para referirme al carácter social del engaño.
El hombre es el único ser del que
no se puede prever su esencia, puesto que ésta la va haciendo el propio ser
humano en virtud de su libertad. “El hombre,
empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define” (SARTRE. El existencialismo es un humanismo). En esta definición, elegida
libremente, crea su propia ética y toma sus propias decisiones, pero ¡cuidado!,
el ser humano no está solo, está inmerso en una sociedad, por tanto SARTRE nos recuerda que “todo
lo que hacemos tiene una dimensión social”. Cuando elegimos un proyecto vital
estamos eligiendo un modelo de humanidad. No podemos elegir un modelo de vida y
pensar que solo sirve para nosotros, ¿y si todo el mundo hiciera lo mismo? “Al
tomar una decisión, afirma SARTRE,
tendríamos que hacer la siguiente reflexión: dado que con mi acción supongo que
todo hombre, debe actuar así, ¿tengo
derecho a que todo hombre actúe así?”.
Atendiendo a esta dimensión
social, cuando miento a otro como decisión libre de mi voluntad, ¿le estoy perjudicando?
¿Qué pasaría si él o ella me mintieran de igual forma? Quizás nos sorprenderíamos
al descubrir que hay muchos engaños de los que no nos importaría ser sujetos, ni
siquiera medias verdades que nos fuesen ocultadas. Nada existe, en el fondo,
hasta que se conoce.
¿Hay que sufrir o hacer sufrir
padecimientos innecesarios si pueden ser obviados u ocultados caritativamente? —Hola,
María. ¡Uh! cómo has engordado últimamente. O, —Juan, ayer vi a tu mujer
dándose un achuchón con Mariano. En ambos casos seguirá la coletilla —Te lo
digo porque te aprecio y no quiero que sufras. — ¡Canalla chivato! ¡Si no
hubieras dicho nada no sufriría! Además, pueden ser, y son, verdades
subjetivas, por lo que nos transmiten como cierta una percepción que, casi con
toda seguridad, nos causará disfunciones anímicas de carácter negativo. “No somos esclavos de lo que
decimos, somos esclavos de lo que escuchamos” (COLAU. Un derecho para el
oído). Reclamo el derecho a ser engañado sin enterarme.
Si engañamos al prójimo para producirle
un perjuicio y salir beneficiados, y nos sale bien, perfecto. Si mentimos para
que no nos amonesten en el trabajo y conseguimos nuestros deseos, resulta
excelente para nosotros. Si mentimos a nuestros padres, cuando somos jóvenes, y
estamos en un sitio cuando ellos creen que estamos en otro, y si además no se
enteran, es fantástico para todos. Si llegamos tarde y decimos a nuestra pareja
que las cosas se han complicado en el trabajo, cuando en realidad hemos estado con
nuestro o nuestra amante despachando en la cama asuntos estrictamente
humanistas; si la pareja no se entera: ¡miel sobre hojuelas! (5)
Este es un momento muy delicado
de la reflexión, puesto que si lo dejo así, muchos y muchas no volverán a leer jamás
el blog, sobre todo a causa del último párrafo. Voy a intentar adornarlo un
poco, o mejor dicho, intentar concluir airosamente:
Quién miente puede o no
perjudicar al prójimo, y el engaño se considerará más abominable cuanto mayor
sea el daño causado, siempre y cuando la víctima de la mentira –el sujeto
mentido– sea consciente de ésta; en caso contrario no padecerá mal en absoluto.
Pero, y quiero destacarlo dada su importancia, habremos traicionado nuestros
principios, nos habremos engañado a nosotros mismos puesto que los engaños a
terceros son siempre causados por las decisiones erróneas que hemos tomado en
nuestra libertad o que vamos a tomar en su nombre. La “mala fe” –autoengaño–, tiene una incidencia
inequívoca en la “mentira a secas”, ya que éstas se derivan de decisiones erróneas
que, sin duda, nos llevarán a una situación vital que creeremos inmerecida, que
achacaremos a la mala suerte, a la injusticia o a la providencia divina, pero que
en ningún caso habrá sido culpa nuestra. Nunca seremos conscientes de la
infidelidad a que hemos sometido
nuestros valores; las veces que hemos traicionado nuestro proyecto vital, si es
que alguna vez lo hemos tenido; las excusas que nos hemos contado para minimizar
nuestros remordimientos, y lo infantiles que hemos sido creyéndonos vivir en un
parque de atracciones, sentados sobre una foca que, por muy azarosamente que
girásemos su volante, nos devolverá siempre al regazo materno.
Si miento a mi pareja a causa de
una infidelidad, seguramente, al buscar en mi lista de valores, establecida
libremente, no encontraré la palabra lealtad ni fidelidad ni dignidad ni
vergüenza ni honradez…, aunque seguro que las puse por alguna parte.
La deslealtad con uno mismo y el
uso irreflexivo de la libertad para nuestra satisfacción incontenible, son el
mejor camino para alejarnos de la felicidad o de la plenitud vital y sumirnos
en angustias de difícil tratamiento. La “mentira a secas” sólo es un síntoma del
fracaso de nuestras decisiones.
(1)Heidegger prefería llamar
al hombre realidad humana. Entiende
como “realidad” la esencia verdadera de una cosa, a la cual no llega la
percepción sensible. Diferencia entre realidad
humana, realidad divina y realidad
natural. Piensa que es tarea de la filosofía averiguar la realidad de lo real.
(2)Determinismo: doctrina
filosófica que sostiene que todo acontecimiento físico, incluyendo el pensamiento y las acciones
humanas, están causalmente determinados por la irrompible cadena causa-efecto.
En un post publicado en junio de 2013 en este blog, titulado Providencia o fatalidad, utilicé
positivamente sus postulados.
(3)Inmanente: Lo que es
inherente a un ser y no es el resultado de una acción exterior a él.
(4)Insoslayable: imposible
de eludir o evitar.
(5) Hojuelas: pastas finas de harina y huevo que se freían y
a las que después se añadía azúcar, si se disponía de él. Si lo utilizado era
miel, se convertía en un manjar de dioses…, en eso: ¡miel sobre hojuelas!
Colau
Quina raó tens, he viscut 20 anys amb un mentider "mentiras inmanentes", que m'ha fet molt de mal. Un mal que estic intentant reparar.
ResponderEliminarMe sap molt de greu que hagi estat així i que es sofriment t’hagi afectat pels errors d’una altre persona, errors que també el perjudica a ella mateixa, més de lo que pugui pareixe.
EliminarQue tot te vagi be i visquis una vida plena,
Una abraçada,
Colau