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miércoles, 1 de enero de 2014

Políticamente correctos



Hace unos días, una amiga mía, que trabaja en un centro de personas con enfermedades cerebrales, para que me hiciera cargo de lo que representa para unos padres que las expectativas que han depositado en el hijo tan deseado que está a punto de llegar, se evaporen por sublimación espontánea, me prestó un libro, fechado en el año 1976, escrito por Mercedes Carbó y titulado Sonrisas rotas. Parece ser que en esa época esta señora era muy famosa por presentar y dirigir un programa de televisión cuya misión era defender y, sobretodo, familiarizarnos con los “subnormales”. Mi sorpresa empezó al leer la contraportada donde, entre otras virtudes de la señora Carbó, destacaba “…Mercedes fue el detonante que imprimió otro ritmo, otra dinámica, al esfuerzo y las angustias de muchos otros padres de subnormales […] Mercedes es “la presidente” de La agrupación Provincial Pro Subnormales de Barcelona […] Ha divulgado por la geografía hispana los esfuerzos en torno a esos niños rotos, esas sonrisas infinitas que son los subnormales…” Solamente en la contraportada, la palabra “subnormal” aparecía media docena de veces; ya no hablo del texto del libro. Decir que la palabra aparece 21, 68 o 72 veces, no cambia en absoluto el hecho de que aquello me hiciera recordar, no sin nostalgia, aquella época cuando no existía la coletilla “políticamente correcto”, entre otras cosas porque hasta ese momento lo político había sido “uno” y, por supuesto, correctísimo por quien lo decía.

A la mañana siguiente, de camino al trabajo, en la radio autonómica, hablaban de unos actos de cierta asociación que calificaron de “discapacitados intelectuales”. Yo en mi inocencia, pensé que debía ser una asociación muy numerosa, puesto que en Baleares hay muchísima gente en esta situación. También sospeché que no debía tratarse de lo que pensaba puesto que nadie cree encontrarse en este grupo, sino más bien de alguna asociación de padres y madres de enfermos cerebrales.

Ambas circunstancias me hicieron recapacitar y reflexionar, e hice algunos razonamientos para llegar a ciertas conclusiones que me gustaría trasladaros, con la única pretensión de profundizar un poco en los motivos que nos han llevado a inventar nombres para lo que ya existía uno, y que al cabo de un tiempo éste fuera nuevamente cambiado por intoxicación conceptual, y así hasta llegar a aberraciones léxicas que se sitúan al borde de la ridiculez.

Avancemos ordenadamente.

Nos hemos acostumbrado, desde hace unos años, a oír la frase “políticamente correcto”, y, ¿sabemos lo que son palabras políticamente correctas? ¿Para qué sirven? ¿Con qué fin se utilizan? Parece ser que los políticos, en aras de conseguir la mayor cantidad de adeptos, se dieron cuenta que esta sociedad está llena de minorías, y que éstas se sentían ocasionalmente, o siempre, despreciadas y marginadas del resto de la sociedad. Que nadie lo dice, pero se supone que “la sociedad” es un ente compuesto mayoritariamente por hombres blancos, occidentales, sanos y con recursos económicos (los intelectuales no suelen tenerse tan en cuenta, por eso me sorprendió la calificación de IB3). Los políticos, entienden que todos las personas que se apartan de esta clasificación forman “grupos minoritarios” que sumados resulta que son mayoría. Si sumamos a los subnormales y sus familias, a los negros y sus familias –también negras, por supuesto–, a las putas, a los moros, a los ciegos, a los que padecen sida, a los pobres, a los gitanos, a las mujeres, a los viejos, a los gordos, a los maricones, a las tortilleras, a los travestis, etc., resulta que ganan por abrumadora mayoría a los considerados normales (sólo las mujeres ya son más de la mitad de la población mundial).

Los políticos, que no suelen ser excesivamente previsores, pero tienen asesores, se dieron cuenta que a ninguno de esos grupos les gustaba que se les llamase tal como yo acabo de hacer, ya que se sentían difamados, vilipendiados, ofendidos, despreciados, desplazados, minusvalorados y en desigualdad con los el resto de los “normales”. Y, así, los políticos decidieron cambiar el léxico, endulzarlo para que sus posibles votantes se sintieran más iguales a los demás. Y, ni cortos ni perezosos, así lo hicieron. Todo esto, como suele suceder siempre, empezó en EEUU a raíz del multiculturalismo promovido por la Asociación Americana de Antropología y asumido por Europa, en la segunda mitad del siglo pasado, mediante “el respeto por los derechos a las minorías” extendido por la Escuela de Frankfurt.

Al moro se le pasó a llamar magrebí; al ciego, invidente; al negro, de color; a las putas, profesionales del sexo; a maricones y tortilleras, homosexuales; al loco, enfermo psiquiátrico; al subnormal, discapacitado psíquico, mental o intelectual. No me voy a extender, por ahora, ya que como ejemplos son suficientemente ilustrativos y archiconocidos.

En EEUU, líderes en todo, tanto en la venta de armas a sus ciudadanos como en su cuidado aséptico de las palabras para nombrar a las minorías (no por su número, sino por su estatus). A los negros, que se les seguía llamando niggers como si los tiempos de esclavitud no hubieran acabado, se les pasó a llamar blacks, que tiene cierto sentido puesto que lo son, pero no bastó, y no pararon hasta encontrar la palabra mágica: Afro-American, que de momento resiste. Ya en 1994 Los Ángeles Times prohibió en sus publicaciones unas 150 palabras de estilo inapropiado.

Ninguno de estos cambios enmienda problemas como el racismo, ni el desprecio a ciertos colectivos, ni siquiera inocuos estereotipos. Steven Pinker es contundente en su afirmación: 

“Los lingüistas conocen bien el fenómeno, al que se podría denominar “la rueda del eufemismo”. La gente inventa palabras nuevas para referentes con una carga emocional, pero el eufemismo se contamina pronto por asociación, y hay que encontrar otra palabra, que enseguida adquiere sus propias connotaciones, y así sucesivamente. Así ha ocurrido en inglés con las palabras para denominar los cuartos de aseo: water closet se convierte en toilet (que originariamente se refería a cualquier tipo de aseo corporal), que pasa a bathroom, que se convierte en restroom, que pasa a lavatory.

En España está sucediendo algo parecido a una velocidad vertiginosa. Hemos pasado del “subnormal” a la persona con “capacidades diferentes”, porque “discapacitado, disminuido, retrasado, etc.”, que en su momento nos satisfacían, han ido cambiando puesto que nuestras ideas sobre el colectivo no lo han hecho, y hemos intoxicado con ello cualquier eufemismo sustitutorio, lo que seguirá sucediendo mientras no entendamos que las connotaciones no están en las palabras, sino en nuestra propia mente.

Todo esto nos lleva a la siguiente conclusión, y es que las palabras no moldean la mente de las personas, sino que son los conceptos los que lo hacen. Podemos bautizar un mismo concepto con diferentes nombres, pero el concepto permanece, y acabará invadiendo al nuevo nombre. 

Mientras la gente tenga una actitud negativa hacia las minorías, los nombres para designarlas cambiarán incansablemente sin que la actitud cambie. Ser machista o no serlo, pues, no depende de si empleamos lenguaje sexista. Tampoco si empleamos palabras racistas. Sabremos que hemos conseguido respetarnos mutuamente cuando los nombres permanezcan inmutables.

Quiero, ahora, hacer una mención especial al lenguaje sexista, dadas las exageraciones a las que hemos llegado.

Para empezar, he de referirme a esa decisión que he tomado más arriba en cuanto a situar a la mujer como grupo minoritario, cuando todos sabemos que, por lo menos,  hay tantas como hombres, o más. Bien, ¿Cómo puede ser definido el concepto de minoría para ser aplicado a las mujeres, un grupo numéricamente mayoritario en nuestra sociedad? El sociólogo americano Louis Wirth, en la primera mitad del siglo pasado, estableció que: “Un grupo minoritario es cualquier grupo de personas que, a causa de sus características físicas o culturales, se encuentra sometido a una discriminación respecto de los demás miembros de la sociedad en que vive, recibiendo de ésta un trato diferente e injusto”. Aunque Wirth era un estudioso de la problemática racista y, de acuerdo con lo anterior, afirmaba que los negros, aunque se encontrasen en una situación de mayoría numérica, había que seguir considerándoles una minoría por razón de su posición de subordinación social, política y económica. Esta definición de minoría a causa de la inferioridad del estatus, y no por su envergadura estadística, es lo que permite la aproximación sociológica entre las llamadas minorías étnicas y las mujeres.

Esta teoría fue retomada ya en la década de los setenta del siglo pasado, por una corriente del feminismo francés, inscrito dentro de una corriente llamada feminismo materialista, que afirmaban, por boca de Colette Guillaumin, una de sus representantes, que los grupos minoritarios no son aquellos que son menores en número, sino aquellos que en una sociedad están en estado de “menor poder”. Más o menos en la línea de Wirth.
Yo me apunto a estas consideraciones ya que encajan perfectamente con las mujeres, puesto que es un grupo (enorme), pero que ha carecido durante años de este poder económico, jurídico o político, y han estado subordinadas al poder de los hombres en las diferentes sociedades a través del tiempo.

Hecha la aclaración, no voy a hablar de feminismo, sino de palabras políticamente correctas. Y en esta línea quiero remarcar que la Real Academia Española de la Lengua ha realizado esfuerzos en temas como el establecimiento de reglas para feminizar los oficios, cargos, empleos, títulos, profesiones, etc., es decir, ha trabajado mucho en la reglamentación  sobre la formación de femeninos. Salirnos de estas reglas es querer inventar un idioma nuevo a nuestra conveniencia. El español es un idioma con los temas de género perfectamente resueltos. Es cierto que el género universal en nuestro idioma es el masculino, pero también es cierto que no suelen existir ambigüedades que puedan confundirnos al saber si hablamos en masculino, en femenino o en género masculino gramatical para referirnos a todos los individuos de la especie y no sólo a los machos.

Otra recomendación que hace la RAE es en lo referente al uso del signo de la arroba (@) para que la palabra exprese el masculino y el femenino a la vez:

 “Para solventar el problema de la pesadez que supone la repetición de cada uno de los apelativos en ambos géneros, comienza a circular la novedad, al hilo de la popularización de la informática, de utilizar el signo de la arroba (@) como moción de género para referirse a ambos sexos, ya que, curiosamente, este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o. Con ello, en una misma palabra se integran gráficamente tanto el nombre masculino como el femenino. Aunque este recurso no deja de ser ingenioso, hay que recordar que la arroba no es un signo lingüístico, y que este uso no puede considerarse aceptable en español desde el punto de vista normativo. [...] Por tanto, su uso es INCORRECTO. [...]”

En este aspecto, quiero hacer una observación. Me da la sensación de que los aficionados al uso de la @, sólo se han dado cuenta de lo cargante que resulta en el lenguaje la repetición masculina y femenina de cada vocablo, pero no han caído en la cuenta de que el símbolo elegido es una afrenta al feminismo. El símbolo en cuestión, es una “a” pequeñita, la que expresaría el femenino, completamente rodeada por la “o”, mucho más grande, que expresaría el masculino. Es decir que, una vez más, el hombre rodea a la mujer, la encierra en su mundo, la oprime, le coarta su libertad, no queda exonerada de la subordinación a lo masculino, y todo un etcétera de metáforas, más que explícitas, en contra de la igualdad de sexos. Creo que quien utiliza este símbolo no se ha dado cuenta de las connotaciones negativas que tiene éste para la causa igualitaria.

No obstante, vamos a ser serios y a utilizar el idioma como es debido, obviando cambiar o incluir palabras que a la larga, y mientras no cambien los conceptos, no satisfarán plenamente a las agraviadas y deberá continuar perennemente su remodelación hasta que todos aceptemos que el machismo está en las ideas de hombres y mujeres y no en las palabras de un diccionario.

A continuación quiero mostrar, por lo absurdo, un escrito de Julián Marías, en plan coñero, pero que ilustra perfectamente lo que sería aplicar al pie de la letra lo que pretenden los más “políticamente correctos”. Muchos ya habréis leído escritos semejantes, pero para los que no, ahí va ese: 

Los ciudadanos españoles y las ciudadanas españolas estamos hartos y hartas de pedir a nuestros y a nuestras gobernantes y gobernantas que se ocupen de los niños y las niñas inmigrados e inmigradas, que llegan recién nacidos y nacidas, famélicos y famélicas, desnudos y desnudas, sin dónde caerse muertos y muertas. Nuestros y nuestras políticos y políticas se ven incapacitados e incapacitadas para afrontar el problema, temerosos y temerosas de que los votantes y las votantes los y las castiguen: el que y la que sea partidario y partidaria de que esos niños y esas niñas sean españoles y españolas a todos los efectos, teme la reacción de los y las compatriotas y compatriotos proclives y proclivas a frenar el flujo de extranjeros y extranjeras —sean adultos o adultas, niños o niñas, recién nacidos o nacidas— y amigos y amigas de una población compuesta por individuos e individuas autóctonos y autóctonas, homogéneos y homogéneas racialmente: los ciudadanos y las ciudadanas, en suma, que no creen que todos los hombres y las mujeres son iguales o igualas.”

De todas maneras no nos deprimamos, los norteamericanos (siempre es un consuelo saber que los hay de más profilácticos que uno), bueno, en este caso norteamericanas, de la American Association of Quarrel’s Machines, (Asociación Americana de Máquinas de Reñir), que no tuvieron otra ocurrencia que meterse con la palabra history, porque lo que ellas creían que era un prefijo: his, que tiene la connotación masculina del posesivo “su de él”, quisieron cambiarlo por lo que creían el prefijo: her, posesivo “su de ella”, de manera que la historia que empezando por his parecía la historia hecha por y para los hombres, pasara a llamarse hertory, es decir la historia hecha por y para las mujeres, como si existieran dos tipos de historia. La palabra history, como historia, viene del latín historĭa, y ésta del griego στορα, o sea, que de prefijo nada de nada. Las americanas… también van servidas.

Para terminar con buen humor, voy a relacionaros una serie de eufemismos “políticamente correctos” para que no caigáis en el error de ser ofensivos u ofensivas mediante el uso de palabras o palabros inadecuadas o inadecuados:


INCORRECTO                                          CORRECTO
Guerra                                               Conflicto armado
Gordo                                                Persona con problemas de sobrepeso
Viejos                                                Gente mayor (ni ancianos ni tercera edad)
Puta                                                   Mujer de moral distraída o trabajadora sexual
Capitalismo                                        Economía de mercado
Imperialismo                                      Globalización
Víctimas del imperialismo                   Países en vías de desarrollo
Pobre                                                Persona de escasos recursos o desfavorecido
Moro                                                 Magrebí
Subnormal                                         Se debe referenciar la enfermedad padecida, p. e. síndrome  de                                                          Williams, de Asperger,  parálisis cerebral…
Mongolismo (RAE)                           Síndrome de Down
Tortura                                              Presiones físicas o psicológicas
Bajas militares                                   Muertos en batalla
Bajas civiles                                      Daños colaterales
Aborto                                              Interrupción voluntaria del embarazo
Fiesta de la raza                                Día de la Hispanidad
Gamberro                                         Joven con problemas de adaptación
Despido                                            Flexibilidad laboral
Negro africano                                 Subsahariano
Gitano                                              De etnia gitana
Minusválido                                      Persona con discapacidad física u orgánica
Negro americano                              Miembro de la diáspora africana
Resto de negros                                Personas de color (negro)
Loco                                                Enfermo psiquiátrico
Merienda de negros                          Refrigerio de hombres y mujeres de color
No hay moros en la costa                 No se avistan magrebíes
Vago                                               Ocioso
Catalán                                            Lengua autóctona
Retrete, aseo, urinario…                   Disculpa, ahora vuelvo.
Retrasado mental                              Persona con coeficiente intelectual igual o inferior a 70
Cárcel                                              Establecimiento penitenciario
Crisis económica                              Desaceleración o aceleración negativa
Ciego                                               Invidente
Sordo                                              Oyente diferenciado
Feo                                                  De belleza exótica
Adulterio                                          Relaciones impropias
Diarrea                                             Problemas gastrointestinales
Enfermo                                           Paciente
Espionaje                                         Servicio de inteligencia
Eutanasia                                         Muerte digna
Golpe de estado                               Pronunciamiento militar
Impotencia                                       Disfunción eréctil
Ladrón                                             Amigo de lo ajeno
Mentir                                              Faltar a la verdad
Prohibir                                            Desaconsejar
Soborno                                          Tráfico de influencias
Subida de precios                            Reajuste de precios
Vendedor                                        Asesor comercial

Y las que queráis añadir… O ajustar.  

FELIZ AÑO NUEVO A TODES

Colau                                               

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