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miércoles, 25 de febrero de 2015

Final copa del rey de básquet: os habéis evidenciado, colegas.



A ver si lo entiendo. Los dirigentes del deporte español llevan unos meses con lupa, mejor dicho, con microscopio y amplificador y ecualizador de gama excelsa, escuchando, viendo, sintiendo, casi tocando, los grititos de cuatro mal educados en campos de futbol de clubes privados, es decir, particulares, ultrajando su abyecta ética —la de los dirigentes— y dañando sus frágiles tímpanos —los de los mismos—. Pues bien, los agravios proferidos por los aficionados, ya sea en contra de un jugador, árbitro, o de su esposa, de su madre, de su color, sabor u olor, son sancionados implacablemente, para público escarnio y suculenta pitanza en pro del florecimiento de los amantes del buen rollito (algo así como “el que manda”). Hasta aquí, una oda a la estulticia como tantas otras. Pero…, más pronto o más tarde hay un “pero”, se han pillado la idiotez con la tapa de sus despropósitos, de lo cual no se va a hablar ni se va a hacer escarnio en absoluto: faltaría más, aunque tenía que llegarles el momento de chulear a nuestra propia ingenuidad. Y lo han hecho. Resulta que el domingo se jugó la copa del rey de básquet, y buena parte del público silbó, abucheó, o lo que se pueda hacer sonoro con nuestra mismidad, al himno nacional de España. Aquí he de decir que no es un tema que me afecte en absoluto, pero según costumbre, quemar una bandera, mofarse del himno nacional, gritar a un político, etc., suele castigarse duramente desde hace más tiempo que los grititos de los aficionados futboleros, y con más contundencia. Bien, pues resulta que el comité antiviolencia ha determinado reprender con un “tenemos que cuidar un poco estos modales” a la federación de básquet. Y ahí se ha quedado todo. Es decir, en un pabellón-estadio es muchísimo más grave llamar ladrón a un árbitro que abuchear el himno nacional. Como todos os imagináis, algo hay detrás de todo esto; pues sí, lo habéis adivinado, el organizador del torneo era un organismo oficial no una entidad privada, y no se trata de robarnos el dinero entre nosotros, pensarían los iluminados. Por lo tanto han decido archivar el caso, grabaciones, video, denuncias, etc., y a esperar el domingo que habrá, a buen seguro, algún campito de futbol en el que sus rucios rebuznen suficientemente para nutrir las arcas estatales con dinero privado. Como Media Merket, “yo no soy tonto”. Bueno, sí, bastante; de otra manera ya pernoctaría, haría tiempo, en el mismísimo cráter del Kverkfjöll que, como todos sabemos de toda la vida, es un famoso volcán islandés.
Colau

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