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sábado, 28 de febrero de 2015

PEC Ética



OPCIÓN B. Kant.

La voluntad, puesta entre su principio a priori, que es formal, y su resorte a posteriori, que es material, se encuentra, por decirlo así, en una encrucijada, y como ha de ser determinada por algo, tendrá que ser determinada por el principio formal del querer en general, cuando una acción sucede por deber, puesto que todo principio material le ha sido sustraído.[1]
Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. I

IMMANUEL KANT (Königsberg 1724-1804). Procedía de una familia modesta y profundamente cristiana. Fue una persona metódica y ordenada. El contexto histórico lo sitúa en La Ilustración, movimiento filosófico y cultural, caracterizado por la autonomía de la razón, crítica experimental y su carácter pedagógico. Aunque también se diera un auge del absolutismo político y del conflicto entre estados –recordemos la Revolución Francesa–. Pero, fundamentalmente, fue uno de esos momentos en que la propia sociedad  se atreve a acariciar el sueño de la emancipación de los prejuicios y las supersticiones, y de perder el miedo a la razón.
El pensamiento kantiano se nutrió, entre otras doctrinas, del radicalismo político de Rousseau, del empirismo anti-metafísico de Hume y la metafísica racionalista de Leibniz, con cuya unión de pensamientos desarrolló la teoría del criticismo. Influido por Rousseau, otorga a cada humano autonomía moral cuya legislación cada uno se impone libremente, sin que sea impuesta por terceros.
En este texto, Kant resume las líneas fundamentales de su doctrina ética en cuanto a la prevalencia de la ética formal sobre la ética material. Esa elección parte de la disyuntiva presentada en su Crítica de la Razón Práctica, en cuanto que el supuesto de toda ética radica en la tensión o distanciamiento entre “ser/deber ser”, entre existencia y valor, entre realidad e ideal, entre hecho y derecho, etc. En este contexto, realiza una conexión entre razón práctica y el concepto de voluntad, que aparece como modelo, como ideal del deber que tiene que ser realizado. Esto se refleja en el texto comentado, en cuanto la voluntad, entendida como deber por el deber, como principio del querer, que es independiente de la experiencia, que describe una buena acción y, por lo tanto, tiene un valor absoluto y universal, se encuentra en oposición a ese Bien Supremo que depende de la experiencia, y cuyo carácter le viene dado por su dependencia de nuestra facultad de desear, y por tanto, por el egoísmo. Cuando este deseo se sustrae de la acción y nos quedamos solamente con el deber exento de deseo de cualquier objeto, propiedad,  o estado de las cosas, entonces nos encontramos ante una acción que posee valor moral.
 Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones realizadas por deber. Son estas últimas las únicas que pueden ser correctas desde un punto de vista moral. En este texto se plantea cuál tiene que ser el motor de la voluntad para que ésta quede determinada correctamente desde un punto de vista moral y pueda obrar de acuerdo al deber. Obviamente no pueden ser propósitos que tengamos al realizar las acciones ni los efectos de éstas sino que la máxima de acuerdo a la cual actúe el sujeto debe determinar a la voluntad de forma “a priori” –independiente de la experiencia– formalmente y no material o empíricamente. Por tanto debe ser un principio formal de la voluntad que se expresará a través del imperativo categórico (de obligado cumplimiento ante cualquier situación); sólo así el sujeto puede actuar por respeto a la ley moral, a la ley práctica, y por tanto, siguiendo la máxima de obedecer siempre a esa ley, aun con perjuicio de todas las inclinaciones.
En el texto aparecen distintos términos, comunes y recurrentes en la doctrina ética de Kant que, si bien algunos ya pueden verse esclarecidos en la explicación anterior, es conveniente intentar enmarcarlos en su justo significado o, más bien, en el significado que les otorga el que suscribe. En primer lugar “la voluntad”, la buena voluntad, para Kant es un bien absoluto y la contrapone frente a los dones de la fortuna, o los dones naturales como el temperamento, el carácter, la sabiduría, etc. La voluntad, por un lado, significa pensamiento de algo como propósito, razón práctica, concepción de una representación, pero, me reitero, como un modelo que debe ser realizado: como un “deber”. “El auténtico destino de la razón tiene que consistir en generar una voluntad buena en sí misma y no como medio […] algo para lo cual era absolutamente necesaria la razón”[2]. A continuación nos aparece el concepto “principio a priori, que es formal”. Un principio a priori es aquel que es independiente de la experiencia y al ser formal nos permite decir si una conducta es buena o mala, incluso separar o delimitar las conductas buenas de las malas, por eso las conductas que describen una acción buena solo son aquellas que cumplen el requisito de ser universalizables –buenas para todo el mundo–. En cuanto al “resorte a posteriori, que es material” se debe atender primero al concepto “a posteriori” que se refiere a aquel conocimiento o acción basado en la experiencia, es decir, empíricos. Para Kant la ética material es aquella que se caracteriza por dos rasgos principales: presentan un objeto, deseo u objeto del deseo como un Bien Supremo (hablamos de dinero, poder y otros placeres mundanos o divinos). Y, en segundo lugar, declara como buenas aquellas conductas o acciones que permiten la realización del Bien Supremo, y como malas aquellas que se alejan de dicho Bien. Finalmente, para entender “el principio formal del querer”, hay que asumir que la autonomía moral del individuo se convierte en Kant en la ley fundamental del mundo moral. Esto es muy importante, puesto que el principio de la libre voluntad de “querer”, atendiendo a sus premisas formales, provocará el cambio de rumbo de la ética postkantiana, ética que abandonará los problemas de los contenidos materiales objetivos de sus normas para destacar el problema de la moralidad subjetiva.
Todo lo que se desprende de este texto es un compendio de gran parte de la filosofía ética de Kant y, si bien su desarrollo es más amplio, se intentará a continuación exponer una sucinta reconstrucción que delimite y sitúe el texto comentado.
Kant afirma que es posible decidir la bondad o maldad de una máxima a partir de un rasgo meramente formal como es su posibilidad de ser universalizada. Esta ética formal tiene otras características que se han dado en llamar rigorismo kantiano, y que son: la defensa de la autonomía de la voluntad        en la experiencia moral, y la propuesta de los imperativos categóricos como imperativos propiamente morales. Esto se traduce en “el deber por el deber”: intentar realizar la conducta que manda el imperativo moral, pero no porque de ella obtengamos un bien deseado, sino exclusivamente por respeto a la ley (por deber). Y se traduce en “el carácter universal de la bondad o maldad de una acción”: en cuanto si una acción es mala, lo es bajo cualquier circunstancia; aceptar una excepción implicaría aceptar las condiciones del mundo en la determinación de la voluntad, y por tanto la heteronomía[3] de la ley moral (si está mal mentir no vale ninguna mentira, ni siquiera la piadosa o la que evitase un mal mayor).
Para Kant, la ética formal se contrapone a la ética material, que es empírica, para la cual el mandato moral tiene su fundamento en la utilidad para la realización de lo que es considerado como Bien Supremo cuyo carácter le viene dado por su dependencia con nuestra facultad de desear. Esta ética es heterónoma y da lugar a imperativos hipotéticos (aquellos que prescriben una acción como buena porque dicha acción es necesaria para conseguir algún propósito). La ética material no puede explicar la existencia de los mandatos absolutos (imperativos categóricos) ni la existencia de libertad, característica fundamental de la conducta moral. Cuando en el texto Kant indica “que todo principio material le ha sido sustraído”, se refiere a que cualquier indicio de ética material no tiene cabida en su ética formal, a no ser que coincidan conceptualmente en una circunstancia concreta.
Para terminar, en lugar de referir mi punto de vista, prefiero ofrecer algunos apuntes sobre la visión particular que de la ética tenían algunos filósofos coetáneos de Kant. Por su parte Hegel (1770-1831) critica el concepto de moral de Kant por ser un concepto abstracto, formal y negativo puesto que establece el límite en no lesionar el uso de la libertad de los demás. Para Hegel el Estado es la realidad de la idea de ética, puesto que los remedios de la sociedad civil vienen de la mano del derecho, de la policía, de las corporaciones. Por su parte, Rousseau (1712-1778) presenta la doctrina de la volonté genérale, por la cual “la voluntad es siempre justa, porque abarca el interés igualmente común para todos los ciudadanos, de tal suerte que cada individuo, al perseguir el interés común, persigue el suyo propio, y, al contrario, al perseguir el suyo propio, persigue el interés común”[4] . Por su parte el pensamiento de Bentham (1748-1832) está presidido por el principio de utilidad o de la mayor felicidad para el mayor número, que es la medida de lo que está bien o está mal en el orden moral. El principio de la utilidad es la medida de la moral privada y la moral pública. Como podemos observar, se trata de diferentes apreciaciones o siquiera matizaciones a la doctrina ética Kantiana y respuestas a las inquietudes éticas toda vez liberada la razón.
Colau
Valoración 10


[1] Immanuel Kant (Fundamentación parra una metafísica de las costumbres. Alianza Editorial, Madrid, 2012). Pág. 91.
[2] Immanuel Kant (Fundamentación parra una metafísica de las costumbres. Alianza Editorial, Madrid, 2012). Págs. 84-85.
[3] Heteronomía se refiere a la acción que está influenciada por una fuerza exterior al individuo.
[4] Contrato Social, II, nº 4, y IV, nº 1

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